Illa deja el Ministerio con un ritmo de vacunación 9 veces inferior al que obliga la UE
La petición de la UE era clara: conseguir vacunar hasta verano de 2021 al 70% de la población adulta
La salida de Salvador Illa del Ministerio de Sanidad ha sido muy loada por sus compañeros de partido y de Gobierno. Pero difícilmente lo será por los impulsores de la campaña de vacunación contra el coronavirus. Y es que el candidato del PSC a las elecciones catalanas dice adiós al departamento que debía impulsar el programa de vacunación con un ritmo de administración de la principal protección frente al Covid 10 veces inferior al exigido por Europa.
La petición de la UE era clara: conseguir vacunar hasta verano de 2021 al 70% de la población adulta. El objetivo de las autoridades comunitarias también era claro: acelerar la campaña de vacunación, no sólo por una cuestión humanitaria y obvia, sino también para internar salvar la campaña económica del turismo, uno de las grandes motores económicos de algunos de los estados más afectados por el virus, y, en concreto, de España. Pues bien, Salvador Illa, deja el Ministerio de Sanidad con las siguientes cifras en materia de vacunación.
Hasta el día previo a su salida, las dosis administradas se sitúan en 1.237.593. El comienzo de la vacunación se efectuó el pasado 27 de diciembre, lo que implica que hasta el 25 de enero han transcurrido 30 días. Por lo tanto, la media de vacunas inyectadas por día asciende a 41.253. En España se ha marcado como objetivo la vacunación del 70% de la población -32.918.346 personas-.
Cuatro años y 5 meses
Hay que tener en cuenta que las vacunas de Pfizer, de Moderna y de AstraZeneca compradas por España necesitan dos dosis: en España, por lo tanto, son necesarias 65.836.692 inyecciones para inmunizar a ese 70% de la población. Eso tiene una consecuencia. Al ritmo de 41.253 vacunas diarias mantenido en la era Illa serían necesarios 1.596 días, o, lo que es lo mismo, 4,37 años, o, 4 años y 5 meses. Traducido: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se podrían ir del Gobierno antes de acabar la vacunación.
Pero es más, la UE busca que se inmunice al 70% hasta el 30 junio 2021 y eso implica que España necesita inyectar 416.768 vacunas al día -10 veces más rápido que al ritmo actual-, ó 369.592 dosis al día si se computa sólo la población adulta -nueve veces más rápido que en el momento de la salida de Salvador Illa-.
De hecho, no es que no lleguemos al verano, sino que no llegamos ni a cierre de año a menos que se acelere una auténtica barbaridad: para llegar al 70% de toda la población a 31 de diciembre de 2021, España necesitaría inyectar 189.997 vacunas al día -lo que implicaría multiplicar por 4,6 el ritmo actual de vacunación-.
Récord de tasa de mortalidad
No se trata del único dato negativo, ni mucho menos, tras el paso de Salvador Illa por el Ministerio de Sanidad. El candidato del PSC a las catalanas deja la cartera con todo un récord de tasa de mortalidad por Covid en el planeta. Illa se va dejando a España cerca de los 100.000 muertos reales por un virus que no iba a afectarnos «más allá de algún caso diagnosticado», según dijo Fernando Simón el 30 de enero de 2020.
Desde aquella frase del director de Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), entró en el top 5 de todos los registros que miden el daño de la pandemia en el mundo. Tuvo la mayor letalidad de la primera ola -dato que mantiene-, con más de 1.000 muertos por cada millón de habitantes y hasta 127 avisos de la OMS ha recibido el Gobierno para contabilizar los fallecidos para incluir también a los casos sospechosos. Ahora, en plena tercera ola, España ha llegado a ostentar el dudoso récord de más contagios diarios por cada millón de habitantes, por delante Italia, EEUU y Brasil.
La profética frase de Illa
El pasado viernes se cumplió un año de esta profética frase de Salvador Illa, pronunciada cuando el coronavirus sólo era una noticia lejana que afectaba a China y en España aún no se había diagnosticado ningún caso: «Estamos preparados para actuar ante cualquier eventualidad». El informe del CCAES señalaba entonces que el riesgo de introducción del virus en España «se considera muy bajo». Los acontecimientos se precipitaron poco después.
El Ministerio de Sanidad, supuestamente asesorado por un comité de expertos que nunca existió, negó que hubiera un solo infectado en la semana de los contagios masivos (había que salvar las manifestaciones del 8-M, como ahora hay que salvar a toda costa las elecciones catalanas en las que Illa ganaría, según el CIS de Tezanos), envió a los sanitarios al frente sin equipos de protección adecuada ante el virus, fue estafado en el mercado cuando España tuvo que salir a comprar test, desaconsejó las mascarillas que meses después acabaron siendo obligatorias, se mofó de las FFP2 que regaló Isabel Díaz Ayuso en Madrid (las «mascarillas egoístas», dijo Simón) que ahora se imponen en Europa, cuestionó la transmisión del virus por aerosoles, descartó las segunda ola (España vive inmersa ya en una tercera aún más mortífera), despreció el Hospital Isabel Zendal (el ministro ni asistió a su inauguración) cuando el viento se lleva ahora por delante el hospital de campaña en Valencia y desestimó la cepa británica («no agrava la enfermedad) en un informe difundido 24 horas antes de que Boris Johnson revelara que su mortalidad es un 30% superior en los mayores de edad y, como no podía ser de otra manera, Simón pasó de considerarla «marginal» a «dominante» en apenas una semana.